El síndrome de Burnout o síndrome de “estar quemado” es el estado de agotamiento físico, emocional y mental que está vinculado con el ámbito laboral, que esta resaltando más en este tiempo de pandemia.

Este síndrome es una situación que se va generando progresivamente hasta desembocar, en muchas ocasiones, en un estado de incapacidad para continuar con el trabajo habitual.

La persona que padece el síndrome de Burnout suele manifestar algunos de los siguientes síntomas:

  • Falta de energía y sensación de abatimiento desde el inicio de la jornada laboral.
  • Sentimientos de frustración y fracaso 
  • Estado de ánimo irritable, impaciente, negativo, irónico y distante
  • Incapacidad para concentrarse 
  • Sensación de desbordamiento 
  • Frecuentes dolores físicos

El Burnout le puede ocurrir a cualquier persona, no importa su edad, estrato socioeconómico o posición laboral.

A continuación, te presentamos algunas historias de profesionistas que vivieron un episodio severo de Burnout. Si te identificas con alguna de ellas, busca ayuda inmediatamente. Las señales comienzan de a poco y luego avanzan hasta llegar a incapacitar.

Relatos de Burnout

Paola, 40 años
Posición ejecutiva media en corporativo 

¨De repente empecé a experimentar mucho mal humor, que al comienzo contenía, pero luego, terminé discutiendo por cosas realmente insignificantes con compañeros de trabajo, mis superiores, y hasta en la casa con mi familia.  Todo me molestaba, era como si ya no pudiera interactuar con nadie. Perdí por completo el interés en lo que hacia, ya no había un propósito o una razón para levantarme cada mañana. Me culparon de estar creando mal ambiente en la oficina.  Luché tanto para llegar a esta posición, y de repente, sin entender por qué, había arruinado el respeto y confianza que me tenían mis compañeros y mi patrón

José, 29 años
Consultor financiero

¨Trabajaba un promedio de 12 horas al día. Comencé a tener serios problemas del sueño. Pasaba la noche entera con los ojos cerrados, pero con mi cabeza llena de pensamientos, de pendientes por hacer y buscando soluciones a los tantos problemas que tenia que resolver en la oficina. Comencé a notar que no podía retener información, perdía el hilo en las conversaciones. De pronto me sentía muy nervioso, mis manos sudaban siempre que me tocaba interactuar con los directivos o mis clientes. Empecé a dudar de mis capacidades y eso se reflejaba en la calidad de mi trabajo. Por más esfuerzo que ponía, no lograba avanzar profesionalmente.

Fuente: roastbrief

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