La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) mira con lupa la popularización de fondos de capital riesgo —o capital privado— entre pequeños inversores. El supervisor de los mercados financieros teme que se distribuyan a personas que no son conscientes de los riesgos asociados a este tipo de productos. Especialmente, el riesgo de iliquidez, es decir, el no poder disponer del dinero cuando se necesita.

Los fondos de capital riesgo —conocidos en la jerga como private equity— estaban reservados hasta hace poco a inversores profesionales: bancos, planes de pensiones y oficinas de asesoramiento de ricos. Se trata de vehículos de inversión que, en lugar de comprar acciones cotizadas o bonos, adquieren participaciones en compañías que no están en Bolsa (ya sean startups o firmas más grandes), en infraestructuras (parques eólicos o fotovoltaicos), explotaciones agrícolas, deuda privada… e incluso en alquiler de aeronaves. Al cabo de unos años, venden esa participación para sacar una plusvalía.

Al invertir el dinero en activos que no están en mercados abiertos (y no se pueden comprar y vender a voluntad), los fondos de capital privado exigen largos plazos de maduración. Los gestores del fondo tardan tiempo en encontrar oportunidades de inversión, que luego deben dejar reposar para, al final, venderlas. Lo habitual es que la inversión no se empiece a recuperar hasta que no pasen cinco, siete u ocho años. Tampoco hay un cálculo diario y transparente de cuánto valen los activos que el fondo tiene en cartera. A cambio, los rendimientos que generan estos fondos suelen ser mayores que la inversión en Bolsa. Quien entra en este tipo de productos tiene que ser consciente de que sacrifica la disponibilidad del dinero a cambio de un mayor retorno. Es la llamada prima de iliquidez.

Con la aprobación de la ley Crea y Crece, en 2022, los límites para invertir en este tipo de productos se redujeron drásticamente: de 100.000 euros a solo 10.000 euros. Con ciertas condiciones, como que la inversión no pueda superar el 10% de la cartera de activos financieros.

Este cambio normativo ha animado a varias entidades a lanzar productos para extender el capital riesgo a inversores de un perfil mucho más variado. Bankinter, Myinvestor —en alianza con Bestinver y Blackrock—, GVC Gaesco o Crescenta son algunas de las firmas que están participando en este nuevo nicho de mercado y que han levantado más de 500 millones de euros en dos años. Crescenta, de hecho, ha hecho incluso anuncios de televisión y en marquesinas de autobuses para promocionarse. Algo impensable hace poco.

El intento de “democratizar” el capital riesgo no ha pasado desapercibido para los supervisores. El presidente de la CNMV, Carlos San Basilio, advertía el martes en unas jornadas financieras de que una de las áreas donde más están poniendo el foco “es en el acceso de inversores minoristas a nuevos productos de capital riesgo”. En concreto, teme que se desnaturalicen estos productos “al ofrecerlos como un producto líquido, cuando no lo son”.

La clave para que estos fondos de capital riesgo mejoren su liquidez es que tengan una parte de su cartera en activos que se puedan vender sin problemas, lo que supone mermar el potencial de rentabilidad. “Estos formatos suponen desviarse un poco de lo que dictan los manuales que es fondo de capital riesgo, por eso estamos siendo especialmente vigilantes”, subraya el presidente de la CNMV.

La irrupción de los fondos ‘evergreen’

San Basilio se refería en concreto al auge de los denominados fondos de capital riesgo evergreen (que podría traducirse como “siempre abiertos”). En estos vehículos, en lugar de haber un calendario específico de aportaciones y luego de recuperación de la inversión, no hay fecha de vencimiento predefinida y ofrecen la posibilidad de ir retirando el dinero en ventanas trimestrales o semestrales. Matilde de la Peña, directora general de UBS Wealth Management en España, reconoce que “la generalización de los llamados fondos evergreen está tratando de mejorar la flexibilidad del producto, pero es fundamental que el cliente entienda bien en qué está invirtiendo”.

Un buen ejemplo de esta popularización del acceso a los mercados privados (en contraposición con los mercados cotizados) es el último lanzamiento en España del neobanco alemán Trade Republic, que ofrece invertir en este tipo de fondos “desde solo un euro”. Esto es posible porque el producto que están distribuyendo es un Eltif (fondo europeo de inversión a largo plazo, por sus siglas en inglés) registrado en Luxemburgo y gestionado por la prestigiosa firma sueca EQT. Ese vehículo tiene un mínimo de inversión de 10.000 euros, pero Trade Republic lo ofrece desde un importe ínfimo gracias a un sistema de sindicación.

El crecimiento de los fondos evergreen está redefiniendo el acceso a los mercados privados, facilitando inversiones continuas y sin vencimiento predeterminado. Sin embargo, “es importante tener en cuenta en qué tipo de activos invierten y si son adecuados para la cartera de inversiones del cliente”, apunta Gonzalo Regifo, jefe de la gestora suiza Pictet AM en España y Portugal.

El gran debate alrededor de esta modalidad de producto es cómo se puede rescatar el dinero. Lo habitual es que se ofrezca a los inversores recuperar todo o parte del dinero en ventanas trimestrales. A veces, con la condición de no tocar nada durante los dos primeros años. Aquí vienen las preguntas. ¿Cómo se valora la cartera del fondo cuando está invertido en activos que no cotizan en mercados abiertos? ¿Es solo la propia entidad quien hace esa valoración? ¿Qué pasa si muchos inversores quieren salir a la vez?

José Cloquell, responsable de inversión en activos privados de la firma de banca privada Diaphanum, se muestra muy crítico con los fondos evergreen. “No me terminan de convencer, salvo casos muy concretos”, subraya. Este especialista recuerda que esos productos, para atender peticiones de salidas de dinero, deben tener una parte de la cartera en activos muy líquidos —“lo que desnaturaliza el producto”— o utilizar las aportaciones de nuevos inversores —“que escasean cuando realmente hay momentos tensos de mercado”—. A su juicio, hay una cierta banalización de este tipo de inversiones, que se puede pagar caro cuando el ciclo económico entre en una fase más complicada. Además, recuerda que las comisiones que cobran las gestoras de capital riesgo “suelen ser bastante altas”.

Las autoridades de la Unión Europea han sido las primeras interesadas en que haya cada vez más dinero en mercados privados. Desde hace años defienden que una de las vías para que la región cierre su brecha de competitividad con Estados Unidos o China pasa porque se movilicen cientos de miles de millones de euros, que ahora están en depósitos y cuentas bancarias, para que estén invertidos en empresas europeas. El riesgo latente es que esa transición empuje a clientes minoristas sin conocimientos financieros adecuados hacia productos complejos y menos líquidos de lo que creen.



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