Quienes siguen esta columna saben que a la inflación le damos un trato preferente. Si en los últimos tiempos no se le ha dedicado espacio en la misma es simplemente porque esta ha dejado de ser noticia. Sin embargo, el mero hecho de que en los últimos meses ha superado con creces la inflación de nuestros socios europeos ha generado un resurgimiento, aunque más débil que en tiempos anteriores, de su relevancia y de su naturaleza. Es por ello por lo que vuelvo a la misma, porque es necesario centrar las razones que están generando el repunte.
Lo primero que debemos decir es que en noviembre la inflación en España fue del 3% interanual, un punto superior a la media de la Unión Monetaria. Esta tasa de crecimiento fue una décima inferior a la de octubre y muy posiblemente en diciembre veamos un nuevo recorte en la dirección correcta, el famoso 2%.
De nuevo, esta cifra no es preocupante ni mucho menos. Los salarios están creciendo a ritmos superiores y no se detectan cuestiones relevantes salvo la de algunos productos influenciados por hechos concretos, como la gripe aviar o la subida del cacao y el café por razones variadas en sus centros principales de producción global. Mientras muchos precios suben, otros caen y, aunque la media es positiva, no hay tendencias evidentes de alzas de precios. Y no, la subida de la subyacente es normal, en especial si como adelanto en 2026 se espera una normalización.
Para comprender por qué España tiene ahora más inflación que Europa simplemente necesitamos establecer de forma paralela la evolución de los precios en las dos entidades territoriales y comprender si es debido a que algunos precios han crecido más en España que en el resto (efecto precio), si es porque tenemos concentradas nuestras compras en productos cuyos precios han crecido más (efecto composición) o una mezcla de todo. Si todos los precios crecen más en España y su efecto precio es evidente, tenemos un problema. Habrá tensiones inflacionistas en nuestro país y podremos avisar de la existencia de un desequilibrio que rompería con los fundamentos de crecimiento a medio plazo (pérdida de competitividad). Si todo fuera efecto composición no hay nada de lo que preocuparse, más allá de nuestra mayor pérdida de capacidad de compra por el patrón de esta. Si es solo porque algunos precios en concreto han crecido mucho más en España y el resto no, sin además efecto composición, pues tendremos que entender las razones de este aumento y analizar las causas y consecuencias.
Pues bien, si miran la figura adjunta a esta columna es evidente que estamos en la última de las opciones. El diferencial de inflación en España se explica en su mayor parte por la evolución diferencial de una serie de precios muy concretos, y que se alojan en el grupo de consumo que mide los precios derivados del uso del hogar y la energía. Del punto porcentual de diferencia, 0,7 lo explica esta rúbrica.

Pero sigamos bajando. Dentro de este grupo un solo producto explica claramente el diferencial de inflación: la electricidad. Podemos decir sin ningún tipo de dudas que buena parte del diferencial de inflación respecto a Europa se explica por la evolución de los precios de la luz en este último año. No necesariamente estamos diciendo que los precios son más altos que en Europa. Es más, a pesar de la subida diferencial de los precios en nuestro país disfrutamos de unos precios que son una fracción de lo que se paga en Europa por lo mismo. Sin embargo, también es verdad que su crecimiento en el último año ha sido significativamente mayor que en el resto del continente. Concretamente un 18%. Las causas son algunas muy evidentes y otras aparecen como sospechosos que habría que evaluar, pero de los que creo tener pocas dudas de que algo cuentan.
En primer lugar, la desaparición entre 2023 y 2024 de las medidas fiscales que abarataban la factura energética explicaría la subida de los precios en términos interanuales desde finales de 2024 hasta inicios de 2025. Los precios estaban bajos en cierto modo porque tanto el IVA como algunos otros impuestos estaban ajustados a cero o a niveles bajos para compensar el shock energético que se iniciara con la invasión rusa de Ucrania. Estas medidas desaparecieron de forma escalonada en ese período y explicarían en parte el aumento de los precios sobre todo hasta inicios de este año, que es cuando el efecto escalón interanual desaparece.
Pero hay otra razón que explicaría una evolución diferencial de los precios de la luz desde primavera hasta aquí y que no sucedió en el resto de Europa. La generación eléctrica desde mayo hasta noviembre ha sufrido un cambio significativo respecto al mismo período del año anterior: un mayor uso del gas para la generación y una caída abrupta de la participación de la generación eólica durante este mismo período.
Como saben, el precio de la luz se determina de forma marginalista en un mercado donde la última tecnología que entra en el mercado es la que fija precio (salvo en aquellos momentos de la excepción ibérica y que tan buen resultado nos dejó). Cuando el gas entra y lo hace muchos días seguidos, los precios suelen ser más elevados, ya que esta tecnología no es más barata que la solar, la eólica o la hidráulica. Que en esta primavera y verano el gas haya irrumpido más intensamente que en los mismos meses del año anterior ha provocado que de media estemos pagando más precio que en aquel momento, con tasas de crecimiento interanuales mayores y marcando buena parte del diferencial respecto a Europa.
¿Cuáles son las razones? Correlación no implica causalidad, pero es evidente que aparece una gran posible explicación en el horizonte: el apagón de abril. Si es cierto que por seguridad el apagón provocó la activación de una línea de seguridad aportando algo más por el uso de las centrales de gas, tendríamos al gran causante de esta diferencia. Podríamos decir sin duda alguna que es el apagón el que ha marcado la deriva de la inflación en estos meses en comparación con Europa. No es por lo tanto un problema de tensión económica ni de pérdida de competitividad, pues el resto de los precios, incluso industriales, evolucionan en líneas similares a la de nuestros competidores. Es un evento de carácter fortuito y una supuesta reacción para evitar un evento similar en los siguientes meses lo que explicaría buena parte de este diferencial.
Sin embargo, esta afirmación es solo una hipótesis. Habría que valorar si los eventos extremos climáticos de esta primavera-verano no han sido también en parte causantes. ¿Ha habido menos producción eólica porque ha habido menos el viento? ¿Hemos consumido más para aplacar las altas temperaturas que nos azotaron ya desde el mismo mes de mayo? No podemos afirmar que es el simple hecho de un apagón lo que explique este diferencial, pero sí podemos afirmar que un análisis más exhaustivo nos daría una respuesta más certera. Mientras tanto, esperamos un recorte en la evolución de la inflación por el simple hecho de que en pocos meses el diferencial irá a cero y en consecuencia nos dirigiremos de forma clara al 2%.































