
El año 2025 pasará a la historia como el de las sorpresas contradictorias. Por un lado, la economía mundial ha demostrado una capacidad de adaptación superior a la esperada frente a tensiones geopolíticas y una agresiva política arancelaria estadounidense. Por otro, la incertidumbre se ha consolidado como la norma, no la excepción. Las previsiones han oscilado constantemente, reflejando una realidad compleja. La actividad resiste, pero los riesgos comerciales se mantienen en el horizonte.
Durante el segundo y tercer trimestre, las perspectivas mundiales mejoraron moderadamente. El FMI elevó su estimación de crecimiento global para 2025 por encima del 3%, mientras la OCDE confirmó cifras similares, celebrando la capacidad de absorción de los diversos choques a los que se expuso la economía mundial. No obstante, la realidad es que el efecto de estas tensiones no fue nulo, dado que dicho crecimiento sigue claramente por debajo del promedio prepandemia y se asienta sobre bases frágiles.
Lo más preocupante es que esta aparente fortaleza convive con una fragmentación comercial creciente. Los aranceles estadounidenses han escalado de forma significativa, marcando el retorno a prácticas proteccionistas que creíamos superadas. Sin embargo, el riesgo más significativo permanece aún latente. Y es que el colapso de las treguas comerciales es probable, lo que podría desencadenar un crecimiento aún más débil e incluso apuntar a una potencial contracción. Estamos, en definitiva, ante una economía global que resiste, pero que difícilmente prospera. En este maremágnum de choques, sorprende Estados Unidos al registrar tasas de crecimiento positivas. Tras un arranque de año dubitativo, el PIB repuntó en el segundo trimestre, llevando al FMI a revisar sus previsiones de crecimiento para 2025 hasta el 2%. Una cifra respetable que, sin embargo, convive con una inflación que rebota superando el objetivo de la Reserva Federal, claramente impulsada por los aranceles, tensando la labor de este organismo de buscar crecimiento con inflación baja.
En contraste, la Eurozona se ha consolidado como víctima colateral de la guerra comercial. El crecimiento en el segundo trimestre fue apenas perceptible. A pesar de ello, el BCE revisó al alza su proyección de crecimiento hasta el 1,2%, más por inercia de la fortaleza del primer trimestre que por expectativas futuras. Es una cifra que evidencia el estancamiento estructural europeo. China, por su parte, navega en solitario. Ha mantenido su previsión de crecimiento cerca del 5%, a pesar de enfrentar desafíos estructurales.
Frente a este panorama internacional, España se ha consolidado como la economía más dinámica de la Eurozona. Y no por poco margen: el ritmo de avance repuntó notablemente en el segundo trimestre de 2025, alcanzando un crecimiento trimestral que prácticamente septuplicó el europeo, lo que ha obligado a sucesivas revisiones al alza. Así, el Banco de España situó su previsión de crecimiento para 2025 en el 2,6%, mientras entidades privadas como BBVA Research o Esade EcPol la elevaron hasta acariciar el 3%. Cifras que contrastan con la atonía del continente. El motor de este dinamismo es la demanda interna. El consumo privado mantiene un pulso robusto, impulsado por la mejora del mercado laboral, con la tasa de paro cayendo hasta el entorno del 10%, y por los flujos migratorios. Y por primera vez en un tiempo, la inversión productiva también muestra vigor notable.
Sin embargo, no todo es positivo. El sector exterior español enfrenta vientos en contra crecientes. La contribución de las exportaciones netas al crecimiento fue levemente negativa en el segundo trimestre, afectada por la debilidad europea y las presiones arancelarias. Además, la gestión fiscal plantea desafíos, en particular a medio y largo plazo. En este contexto de incertidumbre elevada y riesgos asimétricos al alza en el frente comercial, la prudencia en las expectativas sigue siendo la mejor estrategia. 2025 nos ha enseñado que la economía puede sorprender, pero también que las sorpresas no siempre son gratas. La lección para 2026 es clara: preparémonos para más volatilidad.































