Puede que la primera versión de ChatGPT Atlas, el nuevo navegador de OpenAI, sea manifiestamente mejorable, pero podría cambiar radicalmente la manera en que navegamos habitualmente por la red de redes.

Hay revoluciones que vienen precedidas de un gran estruendo y pasan, por ende, difícilmente desapercibidas. No obstante, hay también revoluciones que gestan de manera mucho más silente y que solo se sienten mucho después de haber plantado originalmente su simiente. Con su nuevo navegador ChatGPT Atlas OpenAI podría haber iniciado una revolución del segundo tipo. Aunque el lanzamiento de un nuevo producto (otro más) por parte de OpenAI podría no parecer a bote pronto una noticia de gran envergadura, el impacto a largo plazo de la nueva criatura de la matriz de ChatGPGT podría ser de hechuras absolutamente colosales.

Puede que la primera versión de ChatGPT Atlas no sea en modo alguno perfecta y sea a todas luces manifiestamente mejorable, pero podría cambiar radicalmente la manera en que navegamos habitualmente por la red de redes.

Hasta ahora eran las propias empresas las que determinaban cómo los usuarios accedían a sus contenidos en internet. Y eran ellas las que definían en último término la presentación de sus contenidos y la prioridad otorgada cada uno de sus contenidos. Sin embargo, un navegador propulsado por IA como ChatGPT Atlas cambia totalmente las reglas del juego.

El «customer journey» del internauta está abocado por lo pronto a una profunda metamorfosis porque con la irrupción de ChatGPT Atlas (y los émulos que se ciernen probablemente en el horizonte) el contenido alojado en una página web es susceptible de ser descubierto sin que el usuario tenga que navegar activamente en esa página web. Y en este sentido, tetras marketeras hoy vastamente utilizadas como «Los clientes que compraron este producto también compraron…» o «Cómpralo con» podrían muy pronto pasar a mejor vida, pues los nuevos navegadores propulsados por IA condenan a los operadores de las páginas web a un rol meramente pasivo.

¿Van a morir las páginas web tal y como hoy las conocemos?

Además, la revolución no se detendrá aquí mucho menos y el siguiente paso será la generalización de la IA agéntica, que «matará» de facto a los humanos de carne hueso como consumidores en la red de redes y delegará previsiblemente las transacciones comerciales allí acometidas en los agentes de IA (que prometen multiplicarse como setas en los años venideros).

La celeridad con la que se producirá esa revolución es, no obstante, aún una incógnita. Muchos internautas recelan aún de la posibilidad de confiar sus compras online a un agente de IA (por muy capaz que este se muestre a bote pronto). Además, las actividades nacidas al calor de las redes (consumir contenido, comprar producto o comunicarse con otras personas) siguen procurando un inmenso placer a los internautas, que podría mostrarse en este sentido renuentes a dejar tales actividades en manos de agentes de IA. Así y todo, y pese a las reticencias iniciales, la denominada web agéntica terminará cristalizando tarde o temprano y navegadores como ChatGPT Atlas tendrán un rol absolutamente preponderante en la revolución que se avecina.

Hay, de hecho, empresas que están ya claramente apostando por la web agéntica propugnada por OpenAI. El gigante estadounidense del retail Walmart está colaborando, por ejemplo, con OpenAI para posibilitar que sus clientes realicen pedidos online directamente a través de ChatGPT. Y PayPal presentaba también hace poco nuevas herramientas orientadas al comercio agéntico.

Si la web agéntica y el comercio agéntico alcanzan eventualmente el estatus de tendencias «mainstream», las páginas web (tal y como hoy las conocemos al menos) podrían estar postradas en su lecho. Al fin y al cabo, si el usuario se aprovisiona de información y compra en internet sin abandonar en ningún momento ChatGPT, podría terminar no visitando ninguna página web (o reduciendo en todo caso de manera notable el número de webs que visita en su día a día).

No obstante, y aunque las amenazas solapadas a la web agéntica son indudablemente muy reales (y dignas, por ende, de ser tomadas en serio), hay un antídoto puede desbaratar (total o parcialmente) esas amenazas. Y ese antídoto no es otro que la diferenciación emanada de la humanidad instilada en las páginas web (que quizás no mueran y simplemente muten en otra cosa). La clave para sobrevivir a la revolución propiciada por OpenAI con su navegador ChatGPT podría pasar por dar la réplica a la eficiencia nacida de las entrañas de la web agéntica y el comercio agéntico con el placer de consumir contenido 100% humano en una red de redes llena hasta la bandera de contenido generado con IA.



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