Un hombre caminaba por el desierto cuando se encontró una lámpara mágica. Tras frotarla, el genio que tenía dentro le dijo que le concedería un deseo: “No quiero enfermar nunca”, pidió. Y el hechicero lo convirtió en autónomo.

Hay cientos de bromas como esta sobre el autoempleo, un lugar habitado por casi 3,4 millones de trabajadores en España que, más allá de tópicos, crece en número al calor del auge de la economía, pero decrece en proporción al empleo global, porque los asalariados repuntan con algo más de fuerza. Hace una década, según los registros de la Seguridad Social, la proporción de autónomos sobre el empleo total —las personas que se encontraban dadas de alta en el régimen de autónomos sumadas al régimen general— superaba el 20%. Hoy ronda el 16%.

Tiene cierta lógica. En épocas de creación de empleo se suele producir un trasvase y muchas personas que son autónomos a regañadientes encuentran un empleo remunerado y al contrario, las depresiones agudizan la pérdida de empleo asalariado y los autónomos ganan peso como salida laboral frente al paro. Pero este también es un buen momento que podría romper la dinámica histórica atendiendo a las grandes cifras. Porque los autónomos están en números máximos y llega savia nueva fundamentalmente gracias a los inmigrantes que se dan de alta (el 90% de las incorporaciones) aprovechando las oportunidades de emprender en una economía, hasta ahora, pujante.

Según el último registro del mes de marzo hay 3.389.248 personas bajo este régimen en España, lo que confirma el hecho de que es una figura enraizada en el mercado de trabajo. Cerca de un 14% son extranjeros que aprovechan la relativa facilidad de esta figura para acceder al mercado laboral. El 73,6% de las personas dadas de alta copan el sector servicios, el 10,7% trabaja en la agricultura, el 11,6% en la construcción y el 4,1% en la industria. Son 36.297 activos los que se han sumado a la estadística desde marzo de 2024. Las altas en actividades muy cualificadas, aunque minoritarias, continúan creciendo por encima de la media del resto de sectores.

Melchor Fernández, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Santiago (USC), describe que el empleo en los servicios está fomentando el papel de un autónomo muy diferente al clásico, más tecnológico, que busca libertad en la localización, que marca su ritmo de trabajo. “Siempre se pensó que el autónomo tenía una característica de empleo precario, pero cada vez hay más profesionales de la consultoría, el big data está generando nuevos espacios”. Esa realidad convive con otras más sombrías. La Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA) calculaba hace unos días que unos 200.000 autónomos padecerán de manera directa las consecuencias de la crisis arancelaria. Sectores como la agricultura, el transporte, la industria manufacturera, la construcción y las actividades profesionales científicas y técnicas serán las más perjudicadas.

Dinámicas

Además, se suman dinámicas conocidas. ”El emprendimiento está perdiendo fuerza, se está produciendo un envejecimiento de población autónoma”, reflexiona desde ATA su vicepresidenta, Celia Ferrero. “Están pasando varias cosas. Desde el punto de vista territorial, muchos negocios rentables se ven sin relevo en zonas rurales”. Y señala una preocupante deriva: se pierden cada vez más autónomos empleadores, que solían tener entre uno y dos trabajadores. Como punto positivo destaca que en los últimos 10 años las altas de las mujeres crecen por encima de los hombres “porque el emprendimiento se ha vuelto femenino”.

Eduardo Abad, presidente de UPTA, añade varios datos. “En el comercio hay casi 800.000 autónomos y más de 400.000 en hostelería, juntos representan el 36% del total. Pero desde 2019 hemos perdido 80.000 comercios fundamentalmente regentados por autónomos. Solo el año pasado perdimos más de 20.000 pequeños comercios, un disparate. Por el contrario, crece el número de trabajadores por cuenta ajena en grandes cadenas y franquicias”.

Un modelo de consumo volcado hacia grandes plataformas online, la dificultad de los pequeños negocios para digitalizarse o crecer y la expansión de las cadenas y los centros comerciales está desatando un fenómeno que arrasa con los negocios de barrio. Cada día cierran 25 comercios, debilitando la vida de muchos pueblos y ciudades. María José Landaburu, secretaria general de la unión de asociaciones de autónomos UATAE, pide planes específicos para ellos y recuerda que “cuando se cierra un comercio en tu calle tu piso pierde valor. También afecta a la seguridad de una zona. Si te quedas sin comercio las ciudades se quedan sin identidad”. Lo mismo piensa sobre la agricultura, que vive en su opinión un fenómeno de “uberización”. “Estamos dominados por plataformas que imponen precios, imponen cultivos… El cambio climático hay que afrontarlo desde un planteamiento global de país, no abocando a muchos agricultores a pelear con horarios infinitos o subidas de costes”.

Jornadas muy largas

Cada factura, un Vietnam, cada día, un lunes. La vida del autónomo ha mejorado, pero las encuestas siguen recogiendo datos alarmantes. Para el 45% de los autónomos la jornada laboral se extiende, de media, 10 o más horas diarias, según un estudio con datos de 2024 de la Universidad de Granada e Infoautónomos. Para seis de cada diez, conciliar con la vida familiar es muy complicado, y un 61% declara que el emprendimiento no fue su primera opción laboral. Una abrumadora mayoría cree que esa modalidad de empleo en España no resulta sencilla. En parte tiene que ver con las barreras para el emprendimiento que detectan los afectados: desprotección social en situaciones de paro; jubilación y enfermedad, estrés; soledad o desprotección del patrimonio privado.

Francisco J. Liébana, catedrático y uno de los autores, destaca sin embargo aspectos positivos, como que valoran la flexibilidad o el control sobre su trabajo ya que, en contra de muchos mitos, superada la crisis de 2008 y la pandemia “el clima vuelve a apaciguarse y el nivel de satisfacción se sitúa en torno al 7 en una escala del 1 al 10, frente al 6,6 del año anterior”.

Añadido a esto, el 30% de los autónomos han cumplido 60 años. “Es un grave problema desde el punto de vista económico. La falta de relevo, la falta de digitalización, el envejecimiento… nos va a llevar a la desaparición del pequeño comercio y parte de la hostelería”, denuncia UPTA. Unos 190.000 autónomos ya han cumplido los 64 años y 380.000 superan los 60. Son la generación del baby boom, que acumula bases de cotización razonablemente altas, con menos incentivos para continuar trabajando. De hecho, a partir de los 55 años de edad, el 97,1% cotiza por una base superior a la mínima, aunque por muy poco más. “Estamos a las puertas de un éxodo de personas que se van a retirar”, alerta Abad, que critica que el Gobierno haya rebajado lo que percibe un autónomo que quiere alargar su carrera profesional con la jubilación activa. “Hemos pasado del 100% de la prestación al 75% teniendo trabajadores. Y los que no los tienen van a percibir el 45%. Eso no es incentivar que la gente continúe”.

En Galicia, por ejemplo, la Xunta ha puesto en marcha un plan para que los hijos y nietos de los emigrantes retornen y se queden con negocios que ahora no tienen relevo en villas pequeñas. Buscan jóvenes con DNI español en Latinoamérica que estén interesados en volver a la tierra de sus abuelos. “Tenemos una deuda histórica con la diáspora y necesidad de inmigración”, resume Pablo Fernández, secretario de Emprego. El plan incluye un escaparate virtual con más de 100 negocios que se traspasan con ayudas que pueden llegar a los 30.000 euros.

Valentín Bote, director de Radstad Research, lleva un tiempo detectando aumentos de costes y rigideces en la normativa: “El que está pagando el pato es el microempresario autónomo”, asegura. Y apunta directamente a la subida del salario mínimo como causa de que cada vez haya menos autónomos con empleados a cargo: este grupo, de 483.185 personas, ha disminuido en casi 9.000 en el último año según los datos del mes de febrero. Lejos de las grandes ciudades, razona, un electricista o un fontanero quizá no puedan afrontar el coste de tener un ayudante “y optan por disminuir la cantidad de trabajo que asumen” en vez de tener gente a su cargo. El control horario o la factura electrónica, medidas que no son ni buenas ni malas en sí mismas, también añaden complejidad al día a día. “Y si finalmente se aprueba, la reducción de jornada tendrá un impacto en este tipo de empresas”, cree Bote.

Y de estos polvos vendrán algunos lodos. La protección social es una de las asignaturas pendientes, opina Cecilia Ferero (ATA): “Somos el único país de Europa que tiene un estatuto del trabajo autónomo. Desde el punto de vista nominal, de acceso a derechos, el autónomo está prácticamente equiparado al asalariado”. Pero el problema está en la cuantía. “Han venido cotizando alrededor de un 40% menos, y se reflejará en sus prestaciones futuras”. El nuevo sistema de cotización por ingresos reales para los autónomos se inició en 2023 como parte de la última reforma de pensiones del Gobierno y este año un 23% tendrán que pagar más por no adaptar su cuota. Por el contrario, un 26% cotizó por encima de su tramo. “El sistema todavía tiene que rodar”, cree. Reclama políticas que garanticen, por ejemplo, que muchas mujeres no abandonen después de la maternidad ampliando las bajas en dos semanas porque “al no ser asalariadas no pueden unificar las horas de lactancia para poder equiparar sus derechos”.

Adrián Checa, gestor cultural en Sevilla.

Adrián Checa, Sevilla, 42 años: “La burocracia es cada vez más compleja”

Hace cinco años que Adrián Checa es autónomo: “Si me lo cuentan hace 15 no me lo creo. Nunca he tenido vocación de emprendedor”. Licenciado en Historia del Arte y Periodismo, empezó en una empresa de gestión cultural, pero para conseguir un sueldo decente tenía tres empleos con horarios imposibles. “Pensé que podía probar a ser autónomo y decidir en qué proyectos me quería implicar”. Empezó con dos clientes y asegura estar muy contento con el resultado. “Pude dimensionar mis horarios y recursos”. Busca proyectos subvencionables para terceros, sobre todo asociaciones y artistas de danza contemporánea y realiza tareas de producción y comunicación. “En el sector de la cultura tienes que estar muy atento al mercado para adaptarte y ver la oportunidad de negocio”. Tiene la sensación de que la tendencia de las administraciones “es a hacer más complejos los procesos para obligarnos a subcontratar con asesorías este tipo de servicios”. No se ve volviendo a una oficina a “calentar silla”, pero le preocupa el paso del tiempo: “Tengo 42, buena salud. Me da mucho miedo tener una enfermedad por las pocas prestaciones que hay. Tienes que buscar fuentes alternativas de ingresos para cubrirte”. Las vacaciones también son un problema. “Hay veranos que tienes que viajar con el portátil para estar medianamente conectado. Es complicado desconectar más de tres días”.

Genaro Morell, instalador de suelo radiante en una obra de Vigo.

Genaro Morell, Baiona (Pontevedra), 61 años: “Quien no trabaja es porque no quiere”

Genaro Morell (61 años, Baiona, Pontevedra) lleva casi 40 como autónomo, trabajando en fontanería “como mínimo 10 horas al día”, confiesa. Empezó a los 13 años con su padre y a los 19 comenzó a compartir con él la responsabilidad de llevar el negocio. Ha visto crisis de todos los colores; ha tenido dos empleados, pero considera que es más fácil pagar más por un proyecto a otros compañeros autónomos, aunque sea más caro, que tener la responsabilidad de hacer frente a dos sueldos además del suyo. “La gente piensa que ser autónomo es una broma, pero no es así. Siendo autónomo siempre ganas un poco más, pero se sufre mucho más”. Lo que le preocupa ahora mismo es a quién dejarle la empresa cuando se retire. “Hace 10 años veías aprendices o peones que se interesaban por la fontanería. Ahora no ves a nadie. No hay gente que se meta a trabajar en los oficios”. Cree que su generación cometió un error grave. “Inculcamos el estudio a los hijos, a hacer una carrera para que fuesen alguien, y creo que hay oficios en fontanería, calefacción, albañilería, climatización… que te dan para vivir bien. Los jóvenes tienen que mentalizarse de que este trabajo es exigente, de que tienen que dejar el móvil en casa cuando entran en la obra, pero hay trabajo. Quien no trabaja es porque no quiere”. Quienes sí se están involucrando en la construcción son los inmigrantes: “Está muy bien que vengan”, dice, ante esa falta de mano de obra nacional. Mientras el cuerpo aguante, él se plantea seguir en el taller: “Si puedo estar aquí hasta los 70, lo haré”.

Jacoba González, ingeniera técnica agrícola.

Jacoba González Carmona, Sevilla, 48 años: “Al principio me daba vergüenza hasta cobrar”

A Jacoba González, ingeniera agrónoma, su empresa no le perdonó quedarse embarazada. “Aunque estaba fija, no se esperaban que fuese a ser madre. Fue una situación un poco tensa”, recuerda. Se lió la manta a la cabeza en 2012 para lanzarse por su cuenta cuando nació su hija. “¡Dónde vas! Me decían en la familia”. Como conocía bastantes fincas agrícolas empezó con certificaciones de calidad en las distintas campañas. Hoy en la fresa en Huelva, mañana en la naranja, pasado en la aceituna… “Fui cogiendo más trabajos y en 2016 salió una normativa de inspectores de maquinaria agrícola, me acredité”. En esos tiempos dibuja un camino de inseguridades. “Era ingeniera, sabía hacer las cosas bien, pero al principio me daba hasta vergüenza cobrar. Tenía como una sensación de ser mal vista, incluso de cara a la familia”. Su marido, que la apoyó desde el primer minuto, le decía que no había bajado un escalón: “Has subido dos”. Trece años después tiene una pyme con cuatro empleados. “Sigo echando muchas horas. No tengo vacaciones pagadas y las echo de menos, pero si me tengo que coger un mes me lo cojo”. No se considera empresaria —”todavía estoy aprendiendo, me llevo muchos palos al dirigir equipos”— y cree que el paso de autónomo a autónomo con asalariados es el más difícil: “Tienes que hacer un poco de psicóloga. Intento hacerlo lo mejor posible. Yo soy la que abro y la que cierro, quiero sacar la empresa adelante”.

Javier Santamaría López en su tintorería en Vigo.

Javier Santamarina López, Los Llanos, Barinas, Venezuela, 66 años: “Tuve hasta seis negocios”

Hijo de emigrantes gallegos, lleva 32 años detrás del mostrador de su tintorería en Vigo. “Tuve hasta seis negocios”, repasa Javier Santamarina, que se jubilará en los próximos meses. Reconoce que lo de jubilarse no lo lleva bien: “Me da un poco de cosa, soy el presidente de la Asociación de Tintoreros”. Santamarina tiene el mismo problema que cientos de miles de autónomos se encontrarán en los próximos 15 años: no ha encontrado a nadie a quien pasar el relevo de su negocio. En parte la culpa la tiene el declive de las lavanderías. “Había hasta 64 en la ciudad y quedan la mitad. Cambió el tipo de consumo, el uso de prendas. Antes los directivos de los bancos te traían dos trajes a la semana. Ahora van de sport y no les hace falta”. A las tintorerías les salvan ahora las BBC, bodas, bautizos y comuniones, y quizá también los tintes de las fiestas de fin de año, pero reconoce que el negocio decae. “Es un tsunami que pasa”.

Siempre fue autónomo, siempre tomó sus propias decisiones y asumió sus riesgos. Como cuando quiso abarcar más y consiguió hacerse con la tintorería de El Corte Inglés de la ciudad. “Facturaba mucho. Me pillaron varias crisis en 2004, 2008 y 2014. En la época de los cambios de las tarifas eléctricas esto fue una carnicería, llegué a pagar más de luz que de alquiler del local”. También afrontó el bum de las franquicias de lavado, pero esa competencia no le afectó tanto porque sus clientes tienen un perfil diferente. Prefiere no pensar en la jubilación, ni en lo que le quedará de pensión: “Me consuela pensar en que al menos tengo una casa en la que vivir y dinero para echar gasolina”.

Tida Coly en su local en El Escorial (Madrid).

Tida Coly, Senegal, 50 años: “Ser autónoma es ser aventurera”

Cuando llegó a España desde Senegal, en el año 2000, Tida Coly se trajo muchos proyectos en la cabeza además de una sólida formación en turismo. Después de emplearse como secretaria en un banco francés decidió dar el salto a la vida de autónoma con un proyecto de interculturalidad que pretendía cambiar la visión que los españoles tienen de la realidad africana. “Incluía música, literatura…, era un evento intercultural que hacía cada año como un festival y que avanzó hasta convertirse en un proyecto empresarial”. Ahora usa telas africanas en un espacio abierto en El Escorial (Madrid) en el que incluye decoración, libros, música. “El textil está en el centro. Cuando hablo de textil no me refiero solo a telas coloridas, sino telas tótem, más artesanales, que tienen mensajes detrás, siglos de historia. Hay un mensaje más didáctico que estético”. Ser autónoma le da libertad de decisión: “Puedes usar tus ideas, tu intuición, si eres asalariado eres un mandado”. Asegura que no ha sentido problemas de exclusión, ni cree haber tenido ningún trato especial por ser extranjera. “Ser autónomo es ser aventurero, atreverte. Esa parte del miedo al dar el paso la he domado, porque he salido de mi casa. El hecho de salir del nido y moverte a otro sitio te ayuda”. La parte que le cuesta, describe, “es que cada minuto hay que seguir remando”. No es fácil, dice, el tema del papeleo, los impuestos, las facturas. “No sé cuántas horas trabajo. Eso es la parte mala, la libertad a veces es una trampa”. Tuvo un empleado hasta el mes de enero, pero con la subida del SMI dice que no podía seguir asumiendo el coste. No se ve volviendo a ninguna oficina, “seguiré siendo aventurera”.

Esther Bachs, veterinaria, en una imagen cedida.

Esther Bachs, Granada, 52 años: “Te ponen más a prueba que a un hombre”

La veterinaria Esther Bachs apenas estuvo un año de su larga carrera laboral contratada. Decidió dar el salto prestando servicios en una agrupación de defensa sanitaria ganadera. En un sector tan masculinizado, no le resultó fácil al principio. “Entonces había muy pocas mujeres. Cuando empecé no había móviles. Llamaba por teléfono a los ganaderos y me solían preguntar que qué le pasaba al veterinario”, ríe. “Cuando aparecía con el pijama verde se sorprendían. Me costaba entrar, tenías que ganarte su confianza. Te ponen un poco más a prueba que a un hombre. La parte buena es que la mayoría de las veces se sorprenden porque lo haces bien, porque no esperan verte manejar a un animal, vacunarlo”. Podría protagonizar un anuncio sobre los superpoderes de los autónomos para no enfermar. “No he necesitado estar de baja. Cuando me quedé embarazada cogí la baja justa que me permitió la prestación”. Aprecia que el mundo rural está empezando a complicarse mucho, y como ejemplo pone lo que ocurrió hace dos años con la sequía. “No te llaman, no pueden permitirse hacer nada a nivel sanitario porque no tienen dinero para darles de comer a los animales. Esa incertidumbre la tienes. El cambio climático lleva cinco años afectándome en el día a día”. No se ve en su misma ocupación más allá de los 65 años. “En el fondo los autónomos estamos el 100% del tiempo pensando en lo que estás haciendo o en lo que vas a hacer. Tu cabeza siempre gira alrededor del trabajo”. Le pesa no poder desconectar, pero tiene otras satisfacciones. “He podido estar con mis niños en muchas cosas que quizá si estuviese sujeta a un horario me habría perdido”.

Gemma García de Maya, fundadora de Astroversia, en una imagen proporcionada por ella.

Gemma García de Maya, Murcia, 46 años: “Las ayudas no las puedes consumir como caramelos”

Gemma García se dedica desde 2015 al astroturismo, una modalidad de turismo que combina la observación del cielo con la divulgación y las actividades de ocio relacionadas con la astronomía. Se certificó en astroturismo en Starligth, una fundación creada por el Instituto de Astrofísica de Canarias. “Con tanta contaminación lumínica pensé que era el momento de buscar una forma de conectar el firmamento con el patrimonio cultural y hace dos años creé la marca Astroversia”. Pero la realidad de los autónomos le esperaba lejos de las estrellas. Como recién llegada al autoempleo tropezó con más de un problema. “Hay cursos que te ayudan a ponerle nombre a las cosas, pero la realidad de la calle es otra”. No optó a una ayuda de 7.000 euros para arrancar porque se le pasó el plazo. “En Murcia no tenía ninguna empresa similar en la que mirarme. He ido a golpe de intuición. No me constituí como SL porque quería sentar las bases, hacer el testeo de la experiencia”. Piensa que la ayuda del Kit Digital está bien “pero es como todo, las ayudas no son para consumirlas como caramelos”. Como aspirantes a empresarios debemos de ser responsables con los recursos e inteligentes con nuestras necesidades”. Lo que sí valora es haber dedicado tiempo a tejer relaciones profesionales a través de asociaciones de mujeres empresarias y con la ayuda del sindicato UPTA, que cree “ha sido fundamental”. En los próximos meses va a incorporar empleados: “Me da pánico, por razones diferentes: que la persona no funcione, por proteger el producto”. Emprender, piensa, es ir por un túnel sin saber dónde están las paredes o la salida. “Hasta que un día ves un punto y en ese momento se pinta un horizonte”.



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