Los máximos históricos en los que caminan las principales Bolsas mundiales tienen su reflejo en los mínimos diferenciales que el mercado pide a los bonos corporativos, incluso a los de peor calidad crediticia. Esa prima, con la que calibrar el nivel de riesgo que asume el inversor, se ha reducido a los niveles más bajos desde enero de 2022 en el caso de los bonos de alto rendimiento (high yield) de Europa, al tiempo que el Stoxx 600 cotiza en máximos históricos. Son dos perspectivas de una misma realidad: el optimismo con el que los inversores valoran a las empresas, tanto sus acciones como los bonos que emiten. Una visión positiva que para algunos gestores refleja la fortaleza con la que las corporaciones pueden afrontar la incertidumbre del momento actual y que para otros es un síntoma más de la complacencia que domina en el mercado y que en cualquier momento puede mostrar su fragilidad.

El mercado a veces, como sucede esta semana, pone el foco en sus puntos más débiles, allí donde dominan los excesos. Ocurrió días atrás con el sector tecnológico, al que rodea del debate de si ha ido demasiado lejos en unas inversiones en inteligencia artificial que pueden tardar más de lo previsto en monetizarse, y sucede esta semana con la deuda soberana. Los inversores recuerdan estos días los elevados niveles de deuda que soportan grandes economías como EE UU y Reino Unido y penalizan a los bonos de más larga duración, con el estadounidense de nuevo en el 5% y el británico en máximos de 1998.

Bolsa y la deuda corporativa, reflejo del apetito por el riesgo

La oleada de ventas en los bonos soberanos a más plazo ha salpicado a las Bolsas, aunque de forma contenida, al igual que a la deuda corporativa. De hecho, los inversores han encontrado en los bonos emitidos por las empresas una vía con la que diversificar la cartera y rebajar una exposición que se había focalizado en exceso en Wall Street. Y este movimiento comprador ha llevado a un descenso notable en los diferenciales que el mercado exige a los bonos corporativos, en paralelo a los ascensos bursátiles. Así, ese diferencial o prima que aplica a los bonos europeos de high yield ha descendido por debajo de los 300 puntos básicos y llegó en agosto a los 270, mínimos de enero de 2022. Fue en ese punto cuando el Stoxx 600 alcanzaba los máximos históricos. Por el contrario, el diferencial se disparó a los 420 puntos básicos a principios de abril, cuando la Bolsa se hundía con la declaración de guerra comercial de Trump y el temor a una recesión.

“Los diferenciales de la deuda corporativa se han ido a mínimos y no reflejan realmente los riesgos corporativos. Funcionan muy bien como termómetro de cómo está el apetito inversor y muestran un nivel de complacencia que no recoge el posible empeoramiento de la calidad del crédito de las compañías”, explica David Ardura, director de inversiones de Finnaccess Value. El experto señala que esos mínimos en los diferenciales suelen coincidir con los máximos bursátiles y recuerda cómo esos niveles extremos en ambos activos han sido en el pasado la antesala de fuertes correcciones.

Yves Bonzon, director de inversiones del banco privado suizo Julius Baer, señala que “la subida vertiginosa de las acciones podría extenderse al crédito”. No descarta incluso que el ciclo de rebajas de tipos, del que aún se espera tenga recorrido especialmente en EE UU, siga comprimiendo los diferenciales “potencialmente hasta cero o incluso hasta un territorio ligeramente negativo para los prestatarios más solventes”. En todo caso, en la firma suiza aseguran sentirse cómodos con una exposición diversificada en su cartera a bonos corporativos de alta calidad.

En Buy & Hold, su consejero delegado y gestor, Rafael Valera, destaca que el mercado de bonos de high yield es muy diferente al de años atrás. “Los niveles de default de las empresas también están en mínimos y las compañías están por lo general muy desapalancadas. Los diferenciales están a un nivel razonable para el riesgo que se asume”, defiende. Aunque siempre haya que ser cuidadoso en el análisis y selección de compañías.

La abundancia de liquidez es otro elemento que está jugando a favor de los activos de riesgo. El oro marca máximos históricos y la plata está a su precio más elevado en 14 años, prueba de cómo los inversores también apuestan por los activos refugio, pero la liquidez sirve de sostén en la Bolsa y en la deuda corporativa.

“Los emisores lanzan deuda a niveles muy atractivos porque hay mucha liquidez en el mercado y gran demanda de los inversores, con lo que los diferenciales se han seguido estrechando”, explica Francisco Chambel, director de mercado de capitales de Unicredit. En su opinión, no hay señales de deterioro en la calidad crediticia de los emisores “ni motivos para pensar que los inversores no estén siendo compensados por el riesgo que asumen”. Aunque el nivel de exigencia también se haga notar en ocasiones: en la colocación de bonos híbridos que realizó Danone estos días el volumen de peticiones descendió de forma drástica, desde los 4.000 millones de euros a los 1.200 millones, cuando la compañía francesa redujo la prima en su colocación de bonos, rebajando así la rentabilidad ofrecida a los compradores.

De momento, las previsiones de impago de las empresas europeas son muy contenidas. En la agencia de rating Standard & Poor’s prevén que la tasa de default suba al 4% en los bonos de high yield en euros a cierre de este año, desde el 3,2% actual. Para los bonos de alto rendimiento estadounidenses, la previsión es una tasa de impago al término de 2025 del 3%, por debajo incluso del 3,3% actual.



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