La Bolsa y la inteligencia artificial (IA) necesitan darse un tiempo. Como en esas relaciones donde el flechazo inicial se va volviendo tóxico. Inversores de todo el mundo ven con recelo los carísimos precios de muchas compañías tecnológicas. Las acciones de Wall Street se han revalorizado un 36% desde los mínimos de abril al calor de la IA, pero esta semana algunas alarmas empezaron a saltar.

El runrun de que se está formando una burbuja en torno al desarrollo de la IA, los centros de computación en la nube y la industria de los semiconductores es desde hace semanas el ruido gris de los mercados financieros. El Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba hace un mes de que la renta variable de Estados Unidos (EE UU) estaba sobrevalorada. También entre los gestores de fondos cunde la sensación de que las acciones tecnológicas están muy caras. Las grietas de una posible burbuja de la IA se hicieron más visibles el martes. El gurú que avisó en su día de la crisis de las hipotecas basura —el inversor Michel Burry, en 2008— reveló que mantiene apuestas contra dos compañías tecnológicas: el fabricante de microprocesadores Nvidia y Palantir Techologies. Las acciones de esta última llegaron a caer un 8% durante la sesión: la empresa publicó que tiene ingresos de 3.400 millones de dólares, pero valía en Bolsa medio billón.

A los augurios de Burry se sumaron mensajes de varios directivos de Wall Street. Los consejeros delegados de Morgan Stanley, Goldman Sachs y Capital Group reconocieron que las acciones norteamericanas están caras respecto a su cotización histórica y que era esperable una corrección que —consideran— puede ser un sano correctivo para el mercado. El mismo martes, el índice tecnológico Nasdaq cedía un 2%, en su mayor desplome en casi un mes. El índice general de la Bolsa estadounidense, el S&P 500, cedía un 1,2%.

Un día después, los temores cruzaron el Pacífico y la pasada madrugada varias compañías asiáticas registraron importantes caídas. En concreto, los fabricantes surcoreanos de microchips Samsung Electronics y SK Hynix sufrieron correcciones al inicio de la sesión, que luego se atenuaron. La japonesa Advantest cayó hasta un 10%, mientras que la mayor empresa bursátil de Asia, Taiwan Semiconductor Manufacturing Co (TSMC) perdía un 3%. Todas ellas son proveedoras de Nvidia. En conjunto, las cotizadas dedicadas a los semiconductores se dejaron más de 500.000 millones de dólares (435.000 millones de euros) de capitalización. Ese pequeño tsunami llegó ya a las Bolsas europeas muy matizado y las grietas de la burbuja de la IA parecieron menos preocupantes que la víspera. El revolcón del martes, eso sí, ha servido para recordar que los excesos bursátiles se pueden pagar caros.

Dudas razonables

El gran temor para los inversores profesionales es hasta qué punto están justificadas las valoraciones de gigantes como Nvidia (que ha llegado a superar los cinco billones de dólares de capitalización), Oracle y OpenAI (que no cotiza en Bolsa). Sobre el papel, la adopción de algoritmos impulsados por la IA va a generar enormes mejoras de productividad en todo tipo de sectores económicos. Por eso las empresas que manejan esos algoritmos están haciendo crecer y crecer su capacidad de computación. Contratando nuevas plantas de procesamiento de datos, lo que, a su vez, dispara las ventas de microprocesadores y tarjetas gráficas.

Además, en varios casos hay participaciones cruzadas en accionariados, contratos de suministro y compromisos de inversión. Una señal clara de espiral especulativa. Las grandes preguntas ahora son: ¿en qué momento empezarán a verse los retornos en las empresas que adoptan soluciones de IA? y ¿hasta cuándo va a aumentar la demanda de esta tecnología? “La fuerza del discurso sobre la inteligencia artificial es notable”, apunta Giordano Lombrado, fundador de Plenisfer Investments. “Los analistas pesimistas se pueden contar con los dedos de una mano y se ven constantemente refutados por las últimas noticias del mercado. No pasa un solo día sin que se anuncie una nueva alianza estratégica en el mundo tecnológico, mientras que los directores ejecutivos de todos los sectores se sienten obligados a mencionar la IA en las conferencias con analistas”.

Luciano Díez-Canedo, presidente de la gestora Singular Bank AM (con 2.800 millones de activos bajo gestión), matiza esta visión. “En los comités de inversiones llevamos tiempo debatiendo sobre la alta valoración de las acciones tecnológicas, pero me da la impresión de que estos temores aún no han llegado a la calle, no es algo de lo que los clientes nos pregunten”.

“Ha habido mucho más nerviosismo de lo habitual durante las últimas sesiones, y eso no es una buena señal”, explica a Bloomberg Alexandre Baradez, analista jefe de mercados de IG en París. “El mercado estaba descontando que todo iba a ir a la perfección, por eso las dudas sobre las valoraciones de las acciones, el nivel de liquidez o los recortes de tipos han acabado teniendo tanto impacto”. Una de las inquietudes más señaladas por los gestores de fondos se refiere al grado de concentración de la Bolsa de Estados Unidos en un puñado de valores.

Laurent Denize, director de inversiones de la gestora franco-alemana ODDO BHF, utiliza un símil muy gráfico para explicar lo que está pasando. “Todos vamos subidos al tren de la IA, que circula muy rápido y puede descarrilar, pero nadie quiere bajarse todavía para no perderse la última parte del ‘rally”.



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