Alejandro Di Trolio reflexiona en El Ojo de Iberoamérica sobre la relación entre creatividad y tecnología; una de las ponencias clave del primer día del festival.

MarketingDirecto.com está presente a lo largo de los tres días en la 28ª edición de El Ojo de Iberoamérica, que se celebra del 12 al 14 de noviembre en La Rural, Buenos Aires, convirtiéndose un año más en el gran punto de encuentro de la creatividad latina.

En el segundo tramo del primer día, el protagonismo fue para Alejandro Di Trolio, European Creative Chairman de Cheil Worldwide y Executive Creative Director de Cheil Spain, con la conferencia «¿Existe algo más humano que un algoritmo?«.

La sesión arrancó con una voz en off inquietante, casi salida de una película de ciencia ficción: «A human algorithm? No, there is nothing human in me, and soon, nothing human in you either». Una clara alusión a HAL 9000, la inteligencia artificial de 2001: Una odisea del espacio, que Di Trolio utilizó como metáfora de ese miedo a la tecnología que, según recordó, «Kubrick institucionalizó en los años 60» y que el cine se ha encargado de alimentar desde entonces: Big Brother, Terminator, Matrix o, ya en clave contemporánea, Black Mirror.

Para Di Trolio, vivimos en una «cultura del pánico» donde los titulares hablan de drones armados, perros robots, vigilancia masiva y granjas de datos permanentes. Pero su conferencia se propuso dar un giro radical a esa narrativa: «mi charla no va de que todo va a ir a peor». Como creativos, defendió, «no existe creatividad negativa; la creatividad negativa es la inacción«.

El algoritmo como lienzo en blanco (y como caballo de Troya latino)

Lejos de ver la IA como un enemigo, Di Trolio la presentó como un «anticanvas»: un lienzo en blanco perfecto para una revolución creativa. El algoritmo, dijo, puede ser usado para el mal o para el bien, pero para los creativos latinoamericanos supone sobre todo una oportunidad: «Nosotros no somos Corea, ni Japón, ni Alemania. Somos gente que está tratando de encontrar un camino, y el algoritmo es ese camino, nuestro caballo de Troya».

Su argumento es claro: no hacen falta fábricas, ni grandes infraestructuras de hardware, ni presupuestos millonarios; hace falta software y desarrolladores. Con eso basta para hackear la tecnología existente y convertirla en soluciones reales para personas reales, especialmente en una región donde la creatividad suele ir varios pasos por delante de la inversión.

Inspirado en el mítico discurso de Bruce Lee sobre «ser como el agua», Di Trolio comparó el algoritmo con ese elemento capaz de adoptar cualquier forma: botella, río o hielo. “El algoritmo es la nueva agua”, resumió, y sobre esa metáfora construyó tres «hacks» concretos desarrollados junto a Samsung.

Impulse: cuando un smartwatch se convierte en terapia invisible

El primer caso fue Impulse, una app de IA para Galaxy Watch que traduce el lenguaje en patrones de vibración rítmicos para ayudar a personas con tartamudez u otros trastornos del habla. Partiendo de una investigación con especialistas, el equipo de Cheil digitalizó la vieja terapia del metrónomo y la llevó a la muñeca del usuario: en vez de seguir un “tic tac” externo, el reloj genera vibraciones que marcan el ritmo de las palabras y devuelven confianza al hablante.

Más allá de premios en festivales, Di Trolio subrayó el impacto real del proyecto: Impulse contribuyó a elevar en torno a un 25% las ventas de Galaxy Watch frente a campañas tradicionales que no alcanzaban el 10%, demostrando que la «tecnología con propósito» también puede ser un motor de negocio.

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Unfear: de las Fallas de Valencia al lanzamiento de un nuevo producto

El segundo hack fue Unfear, la app que «hackea» la cancelación de ruido para ayudar a personas con autismo. En lugar de silenciarlo todo, el algoritmo identifica en tiempo real los sonidos que pueden detonar ataques de pánico (petardos, sirenas, golpes) y los suprime selectivamente, manteniendo el resto del ambiente sonoro.

La prueba definitiva llegó en un escenario extremo: las Fallas de Valencia, uno de los entornos más ruidosos del mundo. Allí, un joven con TEA se puso a prueba con los auriculares y la app en plena mascletà. El experimento funcionó y dio paso a una evolución del proyecto: Noise, una versión orientada a los millones de personas con hipersensibilidad acústica, que se comercializó junto a los dispositivos de Samsung en España y Portugal con excelentes resultados de venta.

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The Mind Guardian: jugar para adelantarse al Alzheimer

El tercer ejemplo llevó el algoritmo al terreno de la salud cognitiva. Con The Mind Guardian, Cheil transformó un test clásico en papel para detectar signos tempranos de Alzheimer en un videojuego para tablet orientado a personas de 55 a 65 años. En una ciudad virtual llena de objetos cotidianos, el usuario explora y juega mientras una IA analiza cada movimiento y decisión para detectar posibles síntomas con un nivel de precisión cercano al 97%, según explicó Di Trolio.

El objetivo: convertir las horas que muchos «seniors» pasan en juegos casuales en una herramienta de prevención que puede regalar hasta diez años de calidad de vida si la enfermedad se detecta a tiempo.

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Rehumanizar la IA desde la creatividad latina

A lo largo de la sesión, Di Trolio insistió en que el verdadero reto no es si la IA es buena o mala, sino quién la programa y con qué intención. Si los algoritmos han sido creados por humanos, defendió, también pueden volver a colocarse al servicio de las personas, de la inclusión y de la verdad emocional.

En esta edición de El Ojo de Iberoamérica, donde además preside el jurado de El Ojo Digital & Social 2025, su mensaje quedó claro: en un entorno saturado de desconfianza tecnológica, aún es posible creer que hay algo bueno al otro lado de la inteligencia artificial. Y, si de él depende, ese «caballo de Troya» llamado algoritmo seguirá abriendo puertas para que la creatividad latina lidere la revolución.



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