La energía renovable ha perdido la medalla de sector estrella para los bancos. Tras años de bum inversor, la abrupta caída en los precios de este tipo de energías (fundamentalmente la solar) y las controvertidas perspectivas de algunas empresas del sector, en medio de eventos como el apagón de abril, han llevado a las entidades financieras a cambiar su rumbo y frenar las nuevas financiaciones a estos proyectos, de modo que solo apuestan por los más grandes y con más perspectivas de rentabilidad, según indican fuentes del mercado.

“La fotovoltaica es un sector marcado por mucha volatilidad y presión a la baja en los precios durante, al menos, tres o cuatro años. En eólica, sin embargo, el comportamiento es mejor de lo esperado”, indican desde uno de los principales bancos españoles.

Tanto los inversores como las fuentes internas de las propias entidades coinciden en apreciar este cambio de rumbo de los bancos. Un movimiento que algunos asesores ven más acusado en la banca nacional, mientras que la internacional (concretamente entidades francesas como BNP Paribas, Société Générale o Credit Agricole) aún mantiene más apetito. De hecho, subrayan que las entidades nacionales se están limitando a renovar la deuda ya existente, en lugar de conceder préstamos nuevos, al tiempo que reducen el riesgo al sector titulizando los préstamos.

Desde dentro de uno de los grandes bancos justifican el movimiento por la necesidad de rotar los balances y diversificar las inversiones. Es decir, tras años con altas cuotas de préstamos a proyectos renovables consideran que su exposición al sector ya es suficiente e intentan abrirse a otras áreas de negocio. Por ejemplo, en los últimos años el sector de la defensa se ha convertido en uno de los que los bancos miran con más interés, tras años de recelos por cuestiones de sostenibilidad o criterios ESG, en plena apuesta de los Gobiernos por incrementar sus inversores en armamento.

Otro banquero especializado en financiaciones renovables apunta a que la brecha no es entre bancos nacionales e internacionales, sino que el sector a nivel general se está volviendo más selectivo. “No se va a financiar menos de los cinco o seis gigawatios que se hacen hoy”, sostiene.

La diferencia no solo es el cuánto, sino el qué. Es taxativo al afirmar que los proyectos conocidos en la jerga como merchant (aquellos en los que la energía se vende directamente al mercado) no encuentran financiación ya de la banca, que se centra en aquellos que cuentan con PPA (acuerdos firmados de venta de la energía a un tercero a un precio fijo), que presentan una rentabilidad y un caudal de ingresos más seguros.

El futuro, las baterías

También apuntan a que los bancos no se han vuelto selectivos a la hora del tipo de proyecto, sino también al tamaño y su tecnología. La solar fotovoltaica ha disparado las dudas en los últimos tiempos, en un contexto en el que los precios son en muchas ocasiones negativos. Por tanto, las entidades exigen actualmente que las plantas solares a financiar cuenten con planes para su hibridación. Es decir, una reconversión tecnológica para que la misma planta produzca solar y eólica o incorpore también baterías. Las entidades ven esta tecnología como la salvación de muchos proyectos fotovoltaicos y aguardan su eclosión en los próximos meses. “En un año ningún banco financiará proyectos fotovoltaicos sin baterías”, asegura un banquero especializado en financiación verde.

Otras cuestión es el tamaño. Las fuentes indican que los bancos son cada vez más selectivos y en los últimos tiempos solo apoyan a grandes grupos, con un músculo financiero incuestionable para sacar adelante los proyectos y repagar la deuda; experiencia en este tipo de cuestiones, y balances bien diversificados por geografías y tecnologías y visión de largo plazo. Describen el mercado como más duro y más concentrado, lo que hace muy complicado el nacimiento de nuevos proyectos desde cero y contar con apoyo de las entidades financieras. Un ejemplo de ello es la reciente operación de compra del 50% de la plataforma Cubico por el fondo español Qualitas, que han financiado el Santander y BNP Paribas con un préstamo de 2.000 millones. Aún hay dinero para renovables, pero la clave es dónde invertirlo.

Las entidades en cierto sentido están cerrando el grifo a las renovables, es cierto, pero esto aún no se está trasladando a una avalancha de reestructuraciones y quiebras en el sector. Los bancos están siendo más cautos en conceder nuevos préstamos, pero no están dejando caer a las empresas existentes.

La visión era bien diferente hace un año. Entonces, muchos abogados y banqueros de inversión vislumbraban una avalancha de empresas del sector que tendrían problemas financieros. De hecho, algunas firmas de consultoría financiera y big four llegaron a crear equipos especializados en reestructuraciones en el sector financiero que ahora se plantean disolver. Los dos únicos casos que emergieron fueron muy particulares: Soltec y Holaluz. Como explicación, las fuentes consultadas apuntan a la diferencia entre que los proyectos tengan que asumir precios más bajos de la energía y las dificultades de para pagar la deuda, dado que los niveles de pasivo con los que se ha cargado a los proyectos están lejos de comprometer su viabilidad. Además, la buena situación macroeconómica y la elevada liquidez de las entidades financieras hace que los bancos puedan refinanciar el pasivo de las compañías sin problemas ni presión por parte de los reguladores.

En medio de todo esto, la presión internacional ha cambiado de signo. Si antes los Gobiernos y los reguladores fomentaban que los bancos avanzasen en políticas ESG, la elección de Donald Trump, escéptico con las políticas climáticas, como presidente de EE UU ha dado la vuelta a la cuestión. En el apartado financiero ha impuesto un cambio de paradigma, como demuestra que la mayoría de los bancos han abandonado la alianza que promovió Naciones Unidas, la Net Zero Alliance. El furor por la financiación verde ha pasado.



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