Super 8 Entertainment demuestra que el futuro del ocio urbano pasa por reinventar la cultura, convertir los espacios en experiencias y devolver a la ciudad su papel como gran escenario vivo.

Hablar de Super 8 Entertainment es hablar de una historia que atraviesa casi un siglo de vida cultural madrileña. Un relato que comienza en 1926, cuando el cine todavía se proyectaba en frontones reconvertidos. Así comenzó sus andanzas el fundador de esta empresa familiar. «Su mujer se ponía en la taquilla a vender entradas y él era quien proyectaba la película y quien hacía la programación«, recuerda Álvaro Martín, director de Super 8 Entertainment, al repasar los orígenes de una empresa familiar que ha sabido evolucionar sin perder su ADN.

Desde aquellos primeros pasos ligados a la exhibición cinematográfica, Super 8 fue construyendo un ecosistema propio que combinaba salas de cine, eventos culturales e inversión inmobiliaria. «Así fue como empezó a hacer un gran ecosistema de cines, no solo en Madrid, sino también en parte del norte de España«, explica Martín. Un legado que hoy se proyecta —literalmente— en algunos de los espacios más emblemáticos de la capital, como las pantallas digitales de gran formato situadas en la Plaza de Callao o el histórico Palacio de la Prensa.

Pero si algo define la etapa actual de Super 8 es su capacidad para entender que el entretenimiento urbano ha cambiado. «Los cines actualmente no se consumen para nada como se consumían anteriormente«, admite Martín. Y es precisamente esa lectura realista del contexto la que ha impulsado la transformación del grupo hacia un modelo cultural mucho más amplio, donde el cine convive con eventos, gastronomía, experiencias y ciudad.

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Un modelo 360 para crear experiencias que no se puedan replicar en casa

La gran fortaleza de Super 8 Entertainment reside en su enfoque integral. Un modelo 360 que permite acompañar a marcas, instituciones y público desde la idea hasta la experiencia final. «Nosotros intentamos entender la necesidad, tener la productora, producir, postproducir y exhibir, acompañando al cliente desde el inicio hasta el final«, señala Martín. Una integración que no solo aporta eficiencia, sino coherencia narrativa y creatividad aplicada.

Este planteamiento cobra especial sentido en espacios como el Palacio de la Prensa, inaugurado en 1929 y uno de los pocos cines de Madrid que ha mantenido su actividad de forma ininterrumpida. Hoy, su programación va mucho más allá de la exhibición cinematográfica tradicional. «Eventos corporativos, monólogos, espectáculos… se han hecho una actividad muy presente en nuestra programación actual«, explica el director, consciente de que el centro de Madrid exige propuestas culturales híbridas.

La instalación de las pantallas digitales en Callao fue otro punto de inflexión estratégico. Lejos de ser solo un soporte publicitario, su objetivo era devolver a la Gran Vía su papel como epicentro cinematográfico. «Llegamos a un acuerdo para que nos dejen instalar estas pantallas a cambio de mantener la actividad cinematográfica en tres cines de Gran Vía«, recuerda Martín. El resultado: el regreso de grandes premieres, marcas que vuelven a apostar por el centro y campañas con impacto que trasciende lo físico para amplificarse en redes y medios digitales.

Esa visión de “marca ciudad” se materializa también en proyectos como La Estival y La Navideña, dos citas ya imprescindibles del calendario madrileño. «Queríamos que no solo el ciudadano, sino también el turista, encontrara en Gran Vía todo lo que espera ver: gastronomía, espectáculo, cine, historia y cultura”, explica. En La Estival, por ejemplo, conviven el que considera “el cine de verano más grande que tiene Madrid actualmente» con propuestas gastronómicas y un marcado componente solidario.

Cultura, impacto social y el reto de no convertir el entretenimiento en una burbuja

Más allá del espectáculo, hay un hilo conductor que atraviesa todos los proyectos de Super 8: el compromiso social. «Para esta empresa familiar hay dos pilares fundamentales: mantener la cultura de la ciudad de Madrid y que tenga una finalidad solidaria», afirma Martín con rotundidad. Esa filosofía se refleja en iniciativas como Ovillo, el restaurante operado por el chef Javier Muñoz Calero, vinculado a la Fundación Raíces, y en la integración del impacto social como parte estructural del negocio.

Mirando al futuro, Martín huye del triunfalismo y lanza una advertencia clara sobre el riesgo de saturación del entretenimiento urbano. «Creo que Madrid puede acoger más eventos, pero se tiene que empezar a diversificar«, explica. No todo debe suceder en el centro ni todas las propuestas pueden ser iguales. «Cuando algo triunfa, se satura absolutamente de eso«, añade, subrayando la importancia de crecer con legitimidad y visión a largo plazo.

Esa necesidad de adaptación es especialmente evidente en el ámbito del cine. Con una tasa de ocupación que “no llega ni al 2% en el centro de Madrid”, el modelo tradicional está en cuestión. Para Martín, la clave está en asumir un papel activo: “Nuestro papel no puede ser pasivo, tiene que ser activo. Tenemos que hacer algo para captar al espectador”. Experiencias inmersivas, presencia de talento, eventos únicos… todo aquello que no se pueda replicar fácilmente desde el sofá de casa.

También lanza un mensaje al conjunto del sector: exhibidores y distribuidoras deben sentarse a repensar el futuro. “Si no se reconvierte, el futuro es complicado”, advierte, recordando que España, junto a Italia, es uno de los países europeos que más margen de mejora requieren en cuanto a la exhibición cinematográfica.

En ese contexto, Super 8 Entertainment se posiciona como un actor que no solo observa el cambio, sino que lo lidera desde la cultura, la innovación y la ciudad. Una empresa que, casi cien años después de vender entradas en un frontón, sigue creyendo que la experiencia —cuando es auténtica— sigue siendo el mejor reclamo para reunir a la gente frente a una pantalla, un escenario o una mesa compartida.



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