Hablar de Juego de Tronos sería recurrir a un cliché manido o, peor aún, quedarse corto. El Banco Central Europeo se dispone a renovar cuatro de los seis puestos de su Comité Ejecutivo, incluida la presidencia y vicepresidencia, y la carrera se presume más competida que nunca. En una Europa fracturada por las tensiones políticas internas y un proyecto de integración que no acaba de culminar, el BCE se erige en algo más que el guardián del euro: se ha consolidado como uno de los grandes poderes comunes, con amplias responsabilidades con el paso de los años (crisis de deuda soberana y covid mediante) y una independencia blindada por tratado. España pelea por asegurar su presencia en el núcleo duro con la duda de dar la gran batalla, la de la presidencia, o amarrar alguno de los otros puestos en danza.

“Se trata de nombramientos políticos y los Gobiernos son muy importantes. Alemania va a ir a por todas esta vez, tiene el mayor peso en el capital y tampoco ha tenido nunca la presidencia. Y lo va a negociar con Francia, si es que no lo están haciendo ya. España debería entrar ya en esas conversaciones y en esa ecuación”, afirma un alto cargo de la institución con sede en Fráncfort. “Se van a mover muchas piezas a la vez y Madrid debería cerrar algo ahora, antes de que empiece el baile”, afirma otro directivo. “Cualquier cosa que no sea estar en el consejo es un gran fracaso, no va a ser fácil: la presidencia va a estar muy cara y cunde la sensación de que le toca a algún país del Este entrar con consejero”, advierte otro banquero central.

Entre la casi decena de fuentes consultadas para este reportaje —altos cargos del Banco, banqueros centrales y exconsejeros—, ninguna duda de que las conversaciones han comenzado ni de la fortaleza de las candidaturas que han empezado a sonar en los pasillos de Fráncfort. La lista crecerá. El BCE es algo más que el órgano que decide la política monetaria de toda la zona euro -y no es poco-, se ha convertido en un instrumento de salvamento de países en crisis y su poder ha crecido a raíz del papel que desempeño durante la Gran Recesión o la pandemia. Ahora afronta un periodo de grave incertidumbre y los socios de este club preparan su estrategia.

El fin del mandato del español Luis de Guindos en la vicepresidencia, en mayo de 2026, da el pistoletazo de salida al proceso escalonado de renovación y, aunque el resto de cargos no se eligen hasta 2027, el encaje de bolillos comienza ya, pues en la configuración se intenta buscar un triple equilibrio (de origen geográfico, de posición más ortodoxa o flexible y de género), al margen del currículum adecuado. La primera ficha del dominó condiciona al resto. En el Consejo de Gobierno del BCE están representados todos los gobernadores de países de la moneda común, con voto rotatorio, más seis miembros del Comité Ejecutivo: presidente, vicepresidente y cuatro consejeros más, por un período de ocho años no prorrogables.

Como el actual vicepresidente es español, de facto resulta imposible que otro lo reemplace y el perfil de quien finalmente lo haga (ya hay nombres sobre la mesa) puede condicionar el del número uno, el sustituto de la francesa Christine Lagarde, actual presidenta, en octubre de 2027. También salen el economista jefe, el irlandés Philip Lane (mayo del 27), y la consejera responsable de Mercados, la alemana Isabel Schnabel (finales del 27). Continúan en sus puestos el italiano Piero Cipollone y el holandés Frank Elderson, que completan el grupo de seis.

Así se reparten las cartas: para suceder a Guindos, a finales de mayo del 26, ya se ha postulado Olli Rehn, gobernador del Banco de Finlandia y viejo conocido en Bruselas, tres veces comisario europeo y otrora mano dura de las reglas fiscales, si bien ahora ha mutado en paloma, es decir, más propenso a la flexibilidad en política monetaria. Croacia, uno de los socios más recientes del euro, estudia presentar a su gobernador, Boris Vujcic; desde Grecia ha sonado como opción su subgobernadora, Christina Papaconstantinou y han llegado mensajes contradictorios sobre la posibilidad de que el exgobernador portugués Mario Centeno también acuda al concurso.

¿A qué debe jugar España? El perfil del elegido condiciona con quién forma tándem y qué perfil debe tener el presidente, en la búsqueda de esos citados equilibrios. Las interconexiones entre los nombramientos van más allá de Fráncfort, sede del Banco. Eso explica que España, por ejemplo, haya renunciado a competir de nuevo por la presidencia del Eurogrupo. El ministro griego de Finanzas, Kyriakos Pierrakakis, ha sido elegido, lo que puede restar puntos a candidaturas griegas a otros puestos.

La caza mayor, la presidencia del BCE, es esta vez prioritaria para Berlín, según coinciden todas las fuentes consultadas. En 25 años de historia, el BCE ha tenido dos presidentes franceses (Jean-Claude Trichet y Christine Lagarde), un italiano (Mario Draghi) y un holandés (el primero, Wim Duisenberg). Nunca un alemán, tampoco un español. Klaas Knot, exgobernador del Banco de Holanda y veterano del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha sido uno de los primeros nombres en salir a la palestra, y la suya, coinciden las fuentes conocedoras de los entresijos de este proceso, constituye unas de las candidaturas más sólidas, por su habilidad técnica y capacidad de comunicación. Halcón suavizado con los años, no ha confirmado ni negado nada públicamente.

Pero Alemania está ahí. Tradicionalmente se ha dicho que Berlín había apostado a medio gas por ese puesto, al tener la sede de la institución en su territorio, por sentirse con las manos libres para influir —y criticarla— desde fuera, y para priorizar plazas en otros organismos. “Eso es antiguo, Berlín va a por todo”, afirma una fuente en Fráncfort. El gobernador del Bundesbank, Joachim Nagel, figura como un candidato plausible. Socialdemócrata y de perfil moderado, Nagel es percibido como un gran pragmático, capaz de fraguar acuerdos, y ha suavizado sus posturas más ortodoxas.

La propia Schnabel, también germana, es, asimismo, aspirante más que razonable a la silla de Lagarde. La semana pasada, en una entrevista con Bloomberg, lo dijo abiertamente. “Si me lo pidieran, estaría preparada”, respondió sobre si podría ser esa primera alemana en presidir el Banco. Muy respetada, conocida obviamente en Fráncfort y de perfil más ortodoxo que Nagel, se enfrenta a la barrera de proceder precisamente de un puesto ejecutivo. Fuentes conocedoras de las conversaciones en Fráncfort apuntan también a la posibilidad de Jörg Kukies, exministro del gobierno de Scholz. Los gobernadores de cada país suelen ser candidatos naturales, como es el caso Fabio Panetta (Italia) o François Villeroy (Francia), si bien este último ya se presentó para suceder a Mario Draghi, sin éxito.

Alemania ocupa la presidencia de la Comisión Europea (Von der Leyen), y la supervisión bancaria (Claudia Buch), lo que puede jugar en su contra. España, por su parte, está en la vicepresidencia de la Comisión (Teresa Ribera) y la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (Nadia Calviño), pero en enero perderá la presidencia de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), con la salida de José Manuel Campa, y la vicepresidencia de Guindos. Se abre ahora, por otra parte, una oportunidad con la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA), cuya presidenta, Verena Ross, termina en octubre de 2026. Rodrigo Buenaventura, expresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), encarna un candidato claro a sucederla.

En el BCE, como mínimo hasta que se renueve el puesto de economista jefe, en un año, España no tendrá a nadie en la cúpula, situación que no se daba desde el periodo 2012-2018, cuando terminó el mandato de José Manuel Páramo y el Gobierno de Rajoy presentó como candidato a Antonio Sáinz de Vicuña, jefe de los servicios jurídicos del BCE, y perdió.

“Presentaremos candidatura. Cuando lo hagamos será potente, competente, vamos a empujar para que España siga presente en el consejo”, dijo el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, la semana pasada al llegar a la reunión del Eurogrupo en Bruselas, en la que estaba previsto precisamente poner en marcha el proceso para reemplazar a Guindos. “España es una cantera enorme de candidatos y candidatas para estos grandes puestos a nivel europeo”, añadió.

El exgobernador Pablo Hernández de Cos siempre ha figurado en las quinielas españolas para el Eurobanco. Reputado, con talante pactista y muy bien conectado en Fráncfort. El Financial Times, por ejemplo, lo señaló en una terna de candidatos sólidos para el puesto, si bien el pasado julio asumió la presidencia del Banco de Pagos Internacional (BPI), en Basilea, y ese cargo puede interpretarse tanto como acicate como freno. “No puede ser mejor”, dijo Cuerpo acerca de Cos. “Es un referente en España y a nivel internacional, pero no solo está el exgobernador”, agregó.

Tampoco está claro que España puje por la presidencia o prefiera asegurarse los otros dos puestos relevantes, el de responsable de Mercados o el economista jefe, muy destacados, pues son los que sientan el marco de análisis y hacen las propuestas de política monetaria. Por ejemplo, Peter Praet, economista jefe con Mario Draghi, hizo 70 propuestas durante su mandato y todas ellas fueron aceptadas, tal y como recordó Draghi en la despedida de Praet.

En esa cantera de nombres aparecen necesariamente el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, o el propio ministro Cuerpo, si bien este último se ha autodescartado, según fuentes cercanas al Gobierno. Nadia Calviño, con gran predicamento en Europa, constituye también una de esas candidaturas que Madrid considera fuertes. No es extraño que muchos de los nombres que fuentes financieras señalaban en el pasado para dirigir el Banco de España sean ahora también los que se mencionan para el Eurobanco, como es el caso del citado Campa o el economista Ángel Ubide, experto en política monetaria y mercados, ahora en el fondo Citadel. En el área de análisis económico España cuenta también con Óscar Arce, director general de Economía del BCE, lo que da cuenta de sus credenciales, si bien, al mismo tiempo, otras fuentes advierten de que formar parte del staff puede resultar un obstáculo.

La decisión es eminentemente política, pero para lograr consensos ningún país puede errar en las capacidades y calidad de los candidatos que presenta. Una dificultad añadida en esta ocasión a la hora de tejer alianzas es que varios de los países miembros afrontan elecciones y no está muy claro cuál es el Gobierno que acabará apoyando a un aspirante en cada caso. El proceso es largo: los Estados miembros proponen candidatos, el Eurogrupo lo discute, el Consejo Europeo acuerda y emite una recomendación, esta se debate en el Parlamento Europeo y el Consejo del BCE, y luego se aprueba por el Consejo Europeo.

Si Mario Draghi debió lidiar con la crisis de la deuda soberana y la Gran Recesión, a Christine Lagarde le cayó en suerte la mayor escalada inflacionista en cuatro décadas, entre otros frentes. El nuevo BCE afronta retos monumentales, también apasionantes, como la incertidumbre convertida en escenario base, el impacto de la tecnología en la estabilidad financiera y, probablemente, si Europa sigue la estela de Estados Unidos, una ola populista que también ponga en duda su legitimidad. Por eso las discusiones que ahora empiezan resultan cruciales para futuro del euro (y mucho más).



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