La posible burbuja de la IA centra el debate mientras el sector intenta anticipar qué empresas podrán mantenerse fuertes ante un ajuste del mercado.
La conversación sobre una posible burbuja de la inteligencia artificial ha pasado de ser un susurro a convertirse en uno de los debates más intensos del ecosistema tecnológico y del marketing. El crecimiento acelerado del sector, las valoraciones disparadas y la presión por monetizar modelos cada vez más costosos presentan un panorama en que muchos coinciden, y es que, la burbuja estallará. Lo que aún no queda del todo claro es quién quedará en pie cuando esto ocurra.
Un mercado que desafía la gravedad
Durante los últimos tres años, la industria de la IA generativa ha impulsado uno de los mayores ciclos de crecimiento de la historia reciente. Las cinco grandes tecnológicas estadounidenses ya concentran alrededor del 16% de todo el mercado bursátil mundial, según datos de Goldman Sachs. Una cifra que evidencia la magnitud, y el riesgo, del momento actual.
La diferencia entre el mercado público y el privado también aumenta, viéndose en que mientras las grandes cotizadas suben moderadamente, las startups de IA en rondas privadas, están alcanzando valoraciones históricas. Tal como apuntó el economista de Harvard Jason Furman y como explica Fast Company, gran parte del crecimiento del PIB estadounidense de la primera mitad de 2025 provino casi exclusivamente de la inversión de centros de datos.
El efecto Nvidia es quizá el símbolo más claro de este boom, tomando en cuenta que, en cinco años, su valor se ha disparado más de un 1200%, impulsado por la demanda insaciable de chips. Pero incluso la joya del sector enfrentó críticas por supuestos acuerdos de financiación circular, negados por la compañía.
Con este escenario, no sorprende que voces de la propia industria como lo son Sam Altman, Bill Gates o Mark Zuckerberg, coincidan en la idea que sí estamos ante una burbuja.
¿Quién sobrevivirá al estallido?
Si la burbuja de la IA estalla, el impacto podría recordar a la crisis puntocom, en la que muchas empresas desaparecerán, pero la tecnología seguirá avanzando. En este futuro volátil, los expertos coinciden en que la clave no será la innovación técnica, sino el control de la distribución. Según Sergey Toporov, socio de Leta Capital, las empresas con mayor capacidad de resistir serán aquellas que ya dominan la infraestructura y distribución global: Google, OpenAI, Meta y Anthropic.
Estas compañías cuentan con ventajas difíciles de replicar, como lo son: chips propios (TPU), ecosistemas integrados, bases de usuarios masivas y liquidez suficiente para soportar años de pérdidas.
Las pequeñas, en cambio, solo resistirán si poseen lo que el inversor llama «ventajas defendibles», como lo son: datos propietarios, integración profunda en los flujos de trabajo corporativos, demanda recurrente y diferenciación tecnológica real. Dejando en claro que quienes dependan únicamente de «envolver» modelos de terceros podrían enfrentarse al peor escenario.
Ni las grandes están totalmente a salvo
No todos los expertos coinciden en que el riesgo solo reside en las empresas pequeñas. Sampsa Samila, profesor de gestión estratégica en IESE, cree que las aplicaciones de IA más valoradas son, en realidad, las más vulnerables. Incluso los laboratorios más potentes, como OpenAI, podrían verse atrapados por costes de entrenamiento multimillonarios y modelos de financiación complejos.
Google, por su parte, aunque bien posicionado por su hardware propio y sus datos de Search, Gmail o YouTube, enfrenta una incógnita crítica: ¿podrán los anuncios nativos de IA sustituir los ingresos tradicionales de búsqueda?. Además, su eterna batalla contra Microsoft en entornos corporativos podría dificultar la adopción masiva de su tecnología.
Ahora la pregunta ya no es si habrá o no una corrección, sino quién estará preparado para afrontarla. Y, sobre todo, qué significará ese ajuste para un ecosistema que depende cada vez más de una tecnología que promete transformar la economía, la creatividad, el marketing y la vida digital.
En un momento en el que gran parte del mercado reposa sobre expectativas, la próxima década separará a quienes construyen valor real de quienes solo se sumaron a la ola de la euforia.






























