Burbujas, sobrevaloraciones, créditos fallidos, falsedad contable o riesgos que hagan tambalear los cimientos del sistema… las catástrofes capaces de tumbar los mercados financieros son múltiples. Al igual que los bíblicos jinetes del Apocalipsis, cada una monta a lomos de un caballo de distinto color, pero todas generan inquietud entre los inversores. Incluso entre aquellos que llevan apostando años por una gran crisis, y esperan que llegue para cosechar suculentas recompensas.
Desde hace meses se otean signos inquietantes en el mercado: precios estratosféricos de las empresas tecnológicas, ingentes inversiones en inteligencia artificial con grandes dudas sobre su rentabilidad, fuerte apetito por salidas a Bolsa (en EE UU) de empresas que al poco ven esfumarse las elevadas rentabilidades… todo ello en un mercado alcista en el que las Bolsas acumulan máximos y en el que también activos refugio como el oro registran retornos anuales que rozan el 60%.
Con el terreno aparentemente abonado para una posible corrección, se abre la veda para los inversores bajistas, aquellos que apuestan contra un activo concreto y ganar dinero con su caída. Una estrategia que, con los mercados en máximos, está provocando fuertes depreciaciones en las carteras de estos gestores en lo que va de año. Se ejecuta mediante diversas vías, como pedir prestadas acciones, para venderlas luego confiando en su caída y recomprándolas más tarde, embolsándose la diferencia. Pero es más habitual hacerlo vía derivados, con opciones de venta (put en la jerga) u otro tipo de productos más sofisticados.
Uno de los bajistas más afamados es Michael Burry, cuya capacidad de predicción de la crisis de las hipotecas subprime le hizo ganar 700 millones de dólares. Conocido a gran escala gracias al libro La Gran Apuesta de Michael Lewis (y la película homónima, donde fue interpretado por Christian Bale), su nombre ha vuelto a surgir en el último mes tras conocerse que había puesto en marcha una elevada posición corta contra Nvidia y Palantir que ya ha cerrado. Burry, que acaba de dar de baja a su fondo de inversión libre (hedge fund) ante el supervisor del mercado estadounidense (SEC), Scion Asset Management, ha lanzado duras advertencias sobre la elevada valoración de las tecnológicas: “Mi estimación del valor de los valores no está ahora, ni lo ha estado durante algún tiempo, en sintonía con los mercados”. Días después empezó la corrección en la acción de Palantir que por ahora supera el 17% pese a la dura defensa antibajistas realizada en las últimas semanas por Alex Karp, su director ejecutivo.
Steve Eisman, otro de los gestores que apostaron contra las subprime en 2007, y en el que se basó el personaje de Mark Baum de La gran apuesta, sigue haciendo sus predicciones, ahora en unos exitosos podcasts desde donde analiza el mercado de deuda o la fuerte apuesta de las tecnológicas por la IA, que está tapando, en su opinión, un estancamiento del crecimiento de EE UU. “La economía estadounidense, en realidad, apenas crece 50 puntos básicos sin contar la IA”, ha advertido recientemente.

Jim Chanos llegó a predecir el colapso de Enron, uno de los mayores escándalos financieros de EE UU, a principios de siglo. 24 años después puso en el foco a Strategy, una pequeña empresa de software que se convirtió, ingeniería financiera mediante, en uno de los mayores acumuladores de bitcoin y llegó a valer 122.000 millones de dólares cuando en 2023 no llegaba a 5.000. La apuesta de Chanos resultó acertada: Strategy pierde más de la mitad de su valor. La semana pasada Chanos publicaba en la red social X que ha finalizado su apuesta corta contra esta empresa.
Además de convertir en celebridades a oscuros expertos en finanzas, acertar en el tiempo y el lugar puede ser extremadamente rentable, sobre todo en las grandes crisis. John Paulson, ahora íntimo amigo del presidente Donald Trump y uno de sus grandes donantes, llegó a ganar en lo peor de la crisis de 2008 hasta 10 millones de dólares al día con su fondo al acertar con una teoría que anticipaba una bajada de precio de la vivienda del 40% en EE UU. Acumuló seguros de impago de hipotecas basura, comprados a precio de ganga, y especialmente, deuda subprime paquetizada (CDO en la jerga)… Una deuda que él mismo animó a crear a entidades como Bear Stearns, Deutsche Bank o Goldman Sachs. La jugada maestra de apostar contra su propia creación le proporcionó unas ganancias cercanas a 4.000 millones de dólares a través de su hedge fund Paulson and Co.
Tampoco hace falta información confidencial: en febrero de 2020, justo antes de que las principales economías se cerraran a cal y canto para proteger a los inversores de la Covid-19, Bill Ackman, y el equipo de Pershing Square contrataron seguros de impago para defenderse de la fuerte caída que se avecinaba. Contrataron un CFD a cinco años con un coste de 27 millones de dólares al mes, y solo un mes más tarde lo cancelaron: la apuesta les proporcionó una ganancia de 2.700 millones. Chanos, Burry, Paulson o Ackman supieron ver que Enron, el mercado de las hipotecas de alto riesgo o la pandemia de la Covid eran una bomba de relojería que estallaría en cualquier momento. Pero otros se encargaron ellos mismos de activar la detonación.
El filántropo George Soros, que el año pasado dejó las riendas de sus negocios a su hijo Alexandre, se hizo millonario tras quebrar la libra esterlina. En 1992 logró el sueño de cualquier inversor: ganó 1.000 millones de dólares en solo 24 horas. Para ello hizo hincar las rodillas al propio Banco de Inglaterra. Soros defendía que la libra estaba sobrevalorada y que acabaría saliendo del Sistema Monetario Europeo (SME), que fijaba un tipo de cambio fijo a las divisas, una opinión que hizo pública y a la que se sumó una multitud de inversores que fueron poco a poco siguiendo su estrategia. El inversor de origen húngaro vendió 10.000 millones de libras para comprar a cambio marcos alemanes y provocó una fuerte depreciación de la divisa británica que obligó al Banco de Inglaterra a inyectar miles de millones en el mercado y disparar los tipos de interés al 15% en el que se denominó miércoles negro.
La lista de bajistas no queda ahí. Firmas como Hindenburg Research o Gotham City Research han acumulado éxitos y fracasos apostando contra empresas concretas como las españolas Gowex, Grifols o Viscofan. Pero el origen de las inversiones bajistas se encuentra mucho antes. En 1822 Jacob Little ganó una fortuna apostando a la baja contra su propia empresa, una compañía de ferrocarriles, lo que le valió esquivar la crisis de 1837 y pasar a la posteridad como el gran oso de Wall Street. Si bien fue Isaac Le Maire, quien en 1609 se convirtió en el primer inversor bajista al apostar contra la Compañía de las Indias Orientales. “Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, no la locura de la gente”, diría un siglo después el científico Isaac Newton tras perder una gran suma de dinero en la Compañía de los Mares del Sur. Sus acciones en la empresa, que acumulaban una fuerte sobrevaloración, tocaron suelo al igual que la manzana.































