
Los préstamos en dólares son el “pecado original” de los mercados emergentes, afirmaban los economistas Barry Eichengreen y Ricardo Hausmann en 1999. Mientras que muchas economías en desarrollo han trabajado para ampliar los mercados de deuda en moneda local, Argentina ha saboteado el suyo. Para el presidente Javier Milei, y para otros países que siguen atados a divisas fuertes, es una lección sobre lo que no hay que hacer en el futuro.
A pesar del repunte tras las elecciones de mitad de mandato, la moneda argentina se ha debilitado de nuevo y se mantiene cerca de la banda inferior de 1.500 pesos por dólar establecida por el Gobierno. Un problema subestimado para Milei es que el mercado del peso es demasiado pequeño para evitar las fugas.
Argentina tenía aproximadamente 450.000 millones de dólares en deuda pública en septiembre. De esa cantidad, solo el 44% estaba denominado en la moneda local. Esto se compara con el 91% de los países latinoamericanos en conjunto y el 94% de los emergentes en general, según datos de 2022 del Banco de Pagos Internacionales. Muchos países afectados por la crisis asiática de finales de los años 90 aprovecharon la popularidad de los mercados emergentes después del año 2000 para reforzar su soberanía monetaria. Argentina hizo lo contrario.
Los presidentes de izquierda Néstor Kirchner y Cristina Fernández minaron la confianza de los inversores extranjeros al imponer recortes a los tenedores de bonos y nacionalizar grandes empresas. Pero los gobernantes supuestamente favorables a los negocios han sido aún peores. Mauricio Macri, que fue presidente entre 2015 y 2019, no solo presidió el enorme aumento de la deuda en dólares que llevó a Argentina a su difícil situación actual, sino que también torpedeó el mercado de moneda local al posponer unilateralmente los pagos de la deuda a corto plazo en pesos en un momento en que los inversores internacionales se habían amontonado. Desde entonces, las letras del Tesoro del país conllevan una de riesgo.
Sin desanimarse, Milei intentó presionar a más bancos para que mantuvieran esos billetes, deteniendo la emisión por parte del banco central de instrumentos a corto plazo, llamados Leliqs, en un intento por frenar lo que él consideraba un crecimiento excesivo de la oferta monetaria. El resultado ha sido una fuerte fluctuación de los tipos de interés y un mayor agotamiento de las reservas de divisas de Argentina. Como dice el economista Pablo Bortz, “la causalidad entre un mercado local fuerte y la acumulación de reservas funciona en ambos sentidos”. Perú ofrece un contraejemplo: unas reservas más amplias proporcionaron tranquilidad a los inversores, lo que permitió la expansión del mercado local y, por lo tanto, también la entrada de más dólares.
Al dejar de depender de las monedas fuertes, otros mercados emergentes se han vuelto más resistentes. Sin embargo, el BIS, así como Eichengreen y Hausmann, han advertido en investigaciones recientes de la creciente brecha entre las economías más grandes y las más pequeñas que no han logrado desarrollar mercados de moneda local. Incluso cuando lo consiguen, los riesgos no desaparecen, ya que la participación de los inversores extranjeros hace que los tipos de cambio sean más volátiles en períodos de tensión. Sin embargo, la lección para Milei es clara: aunque ayuda acercarse a los prestamistas internacionales en dólares, proporcionar seguridad a los inversores locales es, en última instancia, más valioso.































