A juicio de Philippe Starck, la IA es como la energía nuclear, que cuando fue descubierta por los humanos, abrió dos vías de desarrollo (una buena y una mala): la fusión y la fisión.

Resulta difícil (casi imposible) cuantificar con exactitud los diseños que han brotado de la cabeza de Philippe Starck en casi 50 años de carrera. En el vasto porfolio del reputado diseñador industrial francés hay prácticamente de todo, desde tazas de café a hoteles, pasando por exprimidores. Starck, de 76 años, calcula que ha alumbrado a lo largo de prolífica carrera profesional más de 10.000 diseños diferentes, aunque ni él mismo es capaz de poner sobre la mesa una cifra exacta.

Sí se sabe, no obstante, con absoluta certeza que el diseñador de origen galo ha contribuido a que quienes se dedican profesionalmente el diseño ocupen cargos de gran responsabilidad en buen número de empresas y a que el diseño sea considerado a la postre el factor más decisivo a la hora de arrojar un producto en el carrito de la compra.

Starck, que sigue en activo y acaba de lanzar un champán en colaboración con el afamado productor vinícola francés Louis Roederer, asegura que, a la hora de embarcarse en un proyecto, intenta que ningún estilo en particular emerja a la superficie.

Inteligencia, honradez y sostenibilidad: los principios por los que debería regirse el diseño, según Philippe Starck

«Siempre intento romper las reglas. Ya trabaje en el diseño de un hotel, de una nave espacial o de un cepillo de diente, sigo invariablemente el mismo proceso creativo. Todo orbita en realidad en torno a la lógica. Y los parámetros más importantes en mis diseños son siempre la inteligencia, la honradez y la sostenibilidad. Estos tres parámetros garantizan que los proyectos sean de naturaleza atemporal, pero ello no excluye por supuesto la poesía, el humor y sobre todo el amor», explica Philippe Starck, en una entrevista concedida al semanario alemán WirtschaftsWoche de la que nos hacemos eco en una nueva entrega episodio de nuestro pódcast.

Cuestionado sobre los desafíos que entraña el diseño en una sociedad opulenta en la que el consumidor quiere de todo, pero utiliza más bien poco sus posesiones materiales, Starck responde que «el diseño por sí solo no basta para crear grandes productos». Sí es cierto, no obstante, que el diseño puede instilar en un producto elegancia, humanidad, poesía, emoción y ergonomía. La clave está, según Starck, en mejorar la forma en que interactuamos con un producto. «Creo en el funcionalismo elegante y por eso concedo normalmente muchísima relevancia a la tecnología, que es en realidad el corazón que late en todos mis diseños», señala.

El diseñador cree, por otra parte, que el futuro de la creatividad humana pasa en buena medida por la desmaterialización de los objetos, en «lograr más con menos». En un momento en el que estamos a las puertas de la era biónica (la amalgama de tecnología y de humanidad), «los objetos superfluos están abocados a desaparecer porque estarán integrados sin fisuras en la arquitectura e incluso en nuestros propios cuerpos. En este sentido, el diseñador del futuro no creará objetos, sino que dará lugar a formas de vida, de manera similar a como ya lo hacen a día de hoy los ‘coaches’, los nutricionistas o los terapeutas», subraya.

Por qué la IA se parece en muchos sentidos a la energía nuclear

En cuanto a la creciente pujanza de la IA, Starck cree que esta tecnología es una sensacional herramienta que ayuda a los diseñadores a emanciparse de las perspectivas (trilladas a menudo) por las que se rige habitualmente su trabajo. Sin embargo, a la hora de dar rienda suelta a la creatividad en su vertiente más pura, Starck sigue siendo fiel a su propio cerebro y al lápiz y el papel. La IA es ajena a las emociones y a las locuras que habitan en lo más hondo de la mente humano y que son las que en último término prenden la mecha de la creatividad, afirma.

A juicio de Starck, la IA es un poco como la energía nuclear, que cuando fue descubierta por los humanos, abrió dos posibilidades diferentes de desarrollo: la fusión y la fisión. Mientras la fusión ponía potencialmente a disposición de la humanidad una cantidad de energía tan ingente como 100% limpia, los humanos se decantaron, sin embargo, por la fisión y decidieron fabricar bombas atómicas. Starck está convencido de que la IA obedece a un patrón muy similar y puede, por ende, ser utilizada tanto para bien como para mal. «El desarrollo se mueve siempre entre la luz y la oscuridad, entre la inteligencia y la barbarie», dice.

Por último, Starck tiene el firme convencimiento de aquello que es huérfano de relevancia no tiene legitimidad y no debería, por ende, existir ni tampoco ser diseñado. «Creo que la lucha contra los productos superfluos será absolutamente decisiva para nuestro propio futuro. Y los diseñadores en calidad de productores asumimos mucha responsabilidad en este sentido», recalca. Desde el punto de vista de Starck, en la mayor parte de los casos, cuando somos confrontados con la pregunta de si necesitamos algo en particular, la respuesta es un rotundo «no». Y en aquellos casos (que son los menos) en que realmente necesitamos un producto, «debemos ser inteligentes a la hora de elegir y decantarnos por el producto correcto y por el material más adecuado para perdurar en el tiempo, y no solo durante lo que dure nuestra existencia, sino también durante lo que se dilate la existencia de las generaciones venideras», asevera.



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